LANCEROS
Revista de Ideas
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Presentación*
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“Que el Perú se escape del peligro de ser sino una charca, de volverse un páramo o de convertirse en una fogata. Que el Perú no se pierda por la obra o la inacción de los peruanos” ´
Jorge Basadre (1903 - 1980)
La orfandad de ideas de nuestro presente hiere la voluntad de hombres y mujeres. Los rostros lastimeros, fracasados e inacabados que rodean al paisaje peruano muestran lo agobiante de estos tiempos. La pobreza, no sólo económica sino cultural y espiritual, la falta de libertad, el desarraigo hacia nuestro suelo, nuestra tradición, nuestra memoria, y la división y la exclusión a las que nos sometemos, son taras que se agravan generación tras generación, producto de una necedad histórica que no nos deja aprender de los errores cometidos, nos somete a la voluntad de los más poderosos, atrofia nuestra creatividad y llena de mezquindad nuestros espíritus.
Nuestro país ha conocido enemigos insaciables que libaron del poder durante siglos, enalteciendo falsas banderas libertarias y ridiculizando la justa proclama de un romanticismo que se defiende de lo absurdo y salvaje. Este fermentado ágape ha inoculado en nuestros espíritus una persistente ceguera que nos condena a vivir en un país donde la aspiración por lo bello justo y verdadero, se rinde ante el cinismo de quienes sempiternamente se aprovechan de la buena voluntad de los hombres. Esto nos ha llevado a un camino estéril y baldío, donde se avanza hacia un supuesto progreso que no admite ideales, donde se cierra puertas a principios y valores y se nos encamina a lo desequilibrado y absurdo, donde lo injusto parece justo, o lo ilegal, legal.
En este contexto llega Lanceros, una revista que sin pretender arrogarse el blasón que recupera el valor de lo bueno y verdadero, se presta con valentía a sospechar de lo que ha sido aceptado como tal. De esta forma, incentiva la reflexión valerosa, buscando la perfección de lo perfeccionable y alejando de la conciencia de los lectores las ideas repugnantes y enemigas que lastiman su orgullo y su verdadera libertad.
En efecto, Lanceros no es una revista de buena fe. Advertimos que en ella no encontrarán lo políticamente correcto, lo que resguarda el equilibrio y fortalece los cimientos. No, muy por el contrario, Lanceros será muchas veces violenta, otras veces insolente y contradictoria, y es que, para encontrar la auténtica belleza, es preciso destilar energía por lo que se cree, y perder la vergüenza de parecer insensatos o soñadores.
Compartamos sinceramente las ideas que tienen fines excelsos, no temamos que otros vean lo que amamos por temor a que lo destruyan. Nuestra valentía será la única virtud que nadie criticará. Lanceros, en procura de este principio, es que lanza a sus lectores su compromiso: criticar lo que haya que criticar, debatir lo debatible, buscar la razón a lo espontáneo, encontrar la pureza en las impurezas, reconstruir lo derruido y demoler lo que haya que demoler.
Si logramos que nuestros lectores toleren éste nuestro discurso directo, y se aventuren a hablar con nosotros, en alto y sin temor a la crítica y la desconfianza, entonces nuestro pretendido trayecto hacia el redescubrimiento de nuestra sociedad y nosotros mismos se habrá sido iniciado. Avanzan de este modo Lanceros y su primer número, con la esperanza de que usted lector nuestro, nos acompañe en tan difícil recorrido.
La orfandad de ideas de nuestro presente hiere la voluntad de hombres y mujeres. Los rostros lastimeros, fracasados e inacabados que rodean al paisaje peruano muestran lo agobiante de estos tiempos. La pobreza, no sólo económica sino cultural y espiritual, la falta de libertad, el desarraigo hacia nuestro suelo, nuestra tradición, nuestra memoria, y la división y la exclusión a las que nos sometemos, son taras que se agravan generación tras generación, producto de una necedad histórica que no nos deja aprender de los errores cometidos, nos somete a la voluntad de los más poderosos, atrofia nuestra creatividad y llena de mezquindad nuestros espíritus.
Nuestro país ha conocido enemigos insaciables que libaron del poder durante siglos, enalteciendo falsas banderas libertarias y ridiculizando la justa proclama de un romanticismo que se defiende de lo absurdo y salvaje. Este fermentado ágape ha inoculado en nuestros espíritus una persistente ceguera que nos condena a vivir en un país donde la aspiración por lo bello justo y verdadero, se rinde ante el cinismo de quienes sempiternamente se aprovechan de la buena voluntad de los hombres. Esto nos ha llevado a un camino estéril y baldío, donde se avanza hacia un supuesto progreso que no admite ideales, donde se cierra puertas a principios y valores y se nos encamina a lo desequilibrado y absurdo, donde lo injusto parece justo, o lo ilegal, legal.
En este contexto llega Lanceros, una revista que sin pretender arrogarse el blasón que recupera el valor de lo bueno y verdadero, se presta con valentía a sospechar de lo que ha sido aceptado como tal. De esta forma, incentiva la reflexión valerosa, buscando la perfección de lo perfeccionable y alejando de la conciencia de los lectores las ideas repugnantes y enemigas que lastiman su orgullo y su verdadera libertad.
En efecto, Lanceros no es una revista de buena fe. Advertimos que en ella no encontrarán lo políticamente correcto, lo que resguarda el equilibrio y fortalece los cimientos. No, muy por el contrario, Lanceros será muchas veces violenta, otras veces insolente y contradictoria, y es que, para encontrar la auténtica belleza, es preciso destilar energía por lo que se cree, y perder la vergüenza de parecer insensatos o soñadores.
Compartamos sinceramente las ideas que tienen fines excelsos, no temamos que otros vean lo que amamos por temor a que lo destruyan. Nuestra valentía será la única virtud que nadie criticará. Lanceros, en procura de este principio, es que lanza a sus lectores su compromiso: criticar lo que haya que criticar, debatir lo debatible, buscar la razón a lo espontáneo, encontrar la pureza en las impurezas, reconstruir lo derruido y demoler lo que haya que demoler.
Si logramos que nuestros lectores toleren éste nuestro discurso directo, y se aventuren a hablar con nosotros, en alto y sin temor a la crítica y la desconfianza, entonces nuestro pretendido trayecto hacia el redescubrimiento de nuestra sociedad y nosotros mismos se habrá sido iniciado. Avanzan de este modo Lanceros y su primer número, con la esperanza de que usted lector nuestro, nos acompañe en tan difícil recorrido.
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* Texto publicado en la edición impresa.